Una quemadura en un brasero me dejó sin pierna con tan solo 14 semanas de vida. Y a pesar de las dificultades a las que me he podido enfrentar, mi experiencia me ha enseñado que nuestro mayor poder es la actitud que tomamos frente a las situaciones.
Siempre tuve claro que no tenía límites porque puedo hacer lo mismo que el resto de personas, aunque sea de manera diferente. Eso no significa que no haya pasado por tramos confusos. Con 12 años me sentía débil ante todas las batallas que tenía que librar. En ocasiones incluso no me aceptaba y rechazaba ser distinta a los demás. Pero a esas edades es normal querer formar parte del grupo haciendo lo mismo que los demás.
No tuve mi primer beso a los 18 años porque cada vez que se acercaba un chico, pasaba de ser una chica a una amputada. Eso afectó mucho a mi actitud, pero también fue algo que aprendí a gestionar. A veces te sobrevaloran y eso genera unas expectativas inalcanzables. Otros te las rebajan hasta ponerte a un nivel mediocre para tu inteligencia.
Pero todas estas experiencias me han llevado a tener relaciones únicas con las personas. Y eso es un hándicap porque me ha servido de filtro para determinar los valores y la gente que quiero en mi vida. Ahora estoy rodeada de personas grandiosas.
Mis experiencias y aprendizajes me animaron a ser Ortoprotésica. Llevo ya 20 años en la profesión y ahora estudio Psicología como hobbie para seguir creciendo profesionalmente. También soy presidenta de un club deportivo de Voleibol, practido distintos deportes, viajo por Europa y colaboro con varias ONG siempre que el tiempo me lo permite.
En mi vida no faltan las anécdotas, algunas muy divertidas y otras de lo más vergonzosas. Aunque tampoco quiero idealizar la situación: también hay momentos que no me hubiera gustado tener. ¿O sí? Después de todo, las experiencias se convierten en un aprendizaje.