Cuando recibimos la noticia de que nuestro hijo/a, que va o acaba de nacer tiene agenesia, se disparan multitud de sentimientos y emociones, muchas de ellas a veces contradictorias y ocurre que debido al impacto de la noticia, esas emociones se confunden entre si y nos confunden a nosotros mismos, haciendo que el dolor pueda ser en ocasiones extremo.
Las emociones y los sentimientos son la expresión que realizamos como respuesta al impacto que nos producen las circunstancias que ocurren en nuestra vida. Y esta expresión es personal, única e irrepetible; cada persona es un mundo y vive sus sentimientos de una forma peculiar e individual.
Por ello, existen distintas formas y grados de intensidad de vivir la pérdida, y el duelo, el dolor, la tristeza que se viven son cosas que no se pueden generalizar para todos los casos.
Como todas las emociones, las que surgen a raíz de una situación de pérdida también son cambiantes y se puede trabajar en ellas para evitar que afecten de forma desproporcionada nuestro día a día. El dolor está ahí, de eso no hay duda, pero se trata de ajustar esa pieza llamada dolor y encajarla de una manera más saludable en el puzzle de nuestra vida.
El proceso en el que estas emociones van evolucionando se llama “proceso de duelo” y existen numerosas investigaciones sobre cómo funciona dicho proceso en el ser humano. Evidentemente no supone un esquema rígido e inequívoco, sino que es más bien una sucesión de fases por las que la persona suele ir pasando cuando su organismo trata de adaptarse a la nueva circunstancia.
Se habla de elaboración del duelo cuando ya se acepta la pérdida como algo natural y el recordar no causa un dolor extremo. El expresar abiertamente las emociones que se sienten resulta algo positivo y deseable y supone una buena salida psicológica en términos de la elaboración del proceso de duelo. Como todo proceso, el duelo cursa diferentes etapas y en general, la mayoría de los estudios coinciden en que el duelo se desarrolla en varias etapas dinámicas:
- “Incredulidad, impacto, perplejidad o Shock”:Esta etapa se inicia cuando nos enfrentamos por primera vez a la noticia de la agenesia. La sensación de desconcierto puede ser importante. Puede prolongarse desde minutos, días y hasta meses. La persona que acaba de recibir la información se intenta defender del impacto de la noticia, se enfrenta a una realidad que, en ocasiones, no logra comprender y que capta toda su atención, por lo que el consuelo de los demás, en este momento, no siempre es bien recibido en general. Experimenta sentimientos de pena y dolor, incredulidad y confusión.
Es una fase de negación, de confusión, puede incluso llegar a creer en la fantasía de despertar y que todo haya sido un sueño.. No debemos sobreproteger a esa persona, pero no hay que forzarle a realizar actividades que no quiere realizar, ni tampoco hay que dejarle en un reposo absoluto por un tiempo prolongado. Cuanto menos dure esta etapa, más saludable será el duelo.Para ayudar a una persona que se encuentra en este primer momento podemos intentar que tome pequeñas decisiones y que se involucre en conversaciones. Se trata de colaborar, en la medida de la posible, en que la persona salga progresivamente del shock en el que se encuentra inmersa y comience a ver la realidad a la que debe enfrentarse.
- “Rabia y Culpa”:Es común que la persona sienta una angustia intensa, acompañada de un desorden emocional. Comienza un proceso de expresión de los sentimientos. En esta fase es muy importante que se hable mucho con la persona en duelo, fomentar que se exprese y se desahogue, que se le facilite la palabra para que veamos cómo se siente y qué cosas necesita decir. El tiempo de duración de esta fase va muy en función de las personas y de sus habilidades en superar situaciones impactantes en su vida.
- “Reestructuración, Reorganización y Aceptación”.La reestructuración puede durar un cierto tiempo o sobrevenir en momentos diferentes del desarrollo del hijo/a con agenesia. La persona toma conciencia de la pérdida, acepta el vacío y lo incorpora como una ausencia presente. Se atenúan las emociones y sentimientos. Comienza a tener una visión más realista.
El tratamiento no consiste en una sucesión de etapas estáticas por las que pasa la persona de forma pasiva y que simplemente van sucediendo y sobre las que no se tiene ningún control, sino que existen una serie de tareas que las personas deben esforzarse en acabar y para lo que la ayuda psicológica, en ocasiones, puede ser de gran utilidad.
Es decir, el proceso de duelo posee tareas, las cuales deben llevarse a buen término para desencadenar una buena elaboración de éste:
– Se debe aceptar primero la realidad de la pérdida, intentar salir del shock inicial, hacernos las preguntas del tipo “¿ha ocurrido de verdad?”, “¿por qué a mí?” hasta que dejen de tener sentido para nosotros.
– Luego hay que trabajar las emociones y expresar el dolor profundo, experimentar en el más amplio sentido las emociones vinculadas a la pérdida, identificar las emociones que siento: he tenido una pérdida, “¿Qué siento? ¿Estoy triste? ¿Por qué estoy triste exactamente? “… o quizás me siento culpable por algo”. Se trata de dedicar tiempo al dialogo interior.
Muchas personas que se enfrentan a una pérdida lo que hacen es enseguida tratar de retomar su vida con toda la intensidad de antes, ocultan sus sentimientos incluso a sí mismos y se activan en exceso para continuar como si nada hubiese ocurrido y esto es un error. Debemos dedicar tiempo a permanecer en silencio y explorar nuestro interior, tratando de dar salida a esas emociones que están en nosotros.
Después hay que intentar ajustarse al medio que nos rodea en el sentido de construir de forma positiva, estable y satisfactoria.
Los duelos patológicos se producen cuando las tareas del proceso no han sido vividas y finalizadas, cuando el modo de afrontamiento de una persona consiste en “hacer como si nada hubiera pasado”, “esforzarme en olvidar cuanto antes” de un día para otro y comportarse con absoluta normalidad desde el día siguiente, pues bien, desde un punto de visto psicológico este “modus operandi” no resulta saludable y nos encontramos a menudo es a personas que, habiendo pasado años, de repente relatan que están sintiendo que en su vida algo no encaja, que tienen llantos espontáneos e intensos y una sensación de ansiedad y problemas de alimentación y sueño. Estas personas necesitan dar salida a esas emociones aunque sea años después, los duelos patológicos se pueden tratar también y evitar o minimizar que la persona viva con esa carga emocional tan fuerte y tan arraigada.
Insisto en que todas estas etapas suelen darse cuando el duelo lleva un curso normal. Son variables el tiempo de duración, el orden de aparición, la superposición o no entre ellas que, como ya mencionamos antes, depende de cada persona y la coherencia familiar preexistente.
Algunos consejos para momentos difíciles:
Cuando alguien te cuenta que acaba de sufrir una “pérdida”, en el nacimiento de su hijo/a con agenesia y te detalla su caso, se le puede agradecer su sinceridad, eso le reconfortará.
Si lo que está ocurriendo es que esa persona te está diciendo que siente la necesidad de hablar de su pérdida, pon atención para oír lo que te dice, más allá de las palabras, céntrate en sus verdaderas necesidades en ese momento. Atiende a su comunicación no verbal, el lenguaje del cuerpo, observa la energía de la persona, sus sentimientos y el grado de congruencia externa, no solo a lo que dice.
Hay una expresión popular que dice que “el dolor compartido es menos dolor”, pues bien, como en mi opinión no se trata de reducir el dolor sino de sentirlo, respetarlo y elaborarlo, yo diría que “el dolor compartido es mejor dolor”, pues nos une más a los nuestros y nos ayuda a elaborar nuestro propio proceso internos y a sanarnos.